Dos hermanos de la colonia Villalobos Norte, en Villa Nueva, muestran los retos y complicaciones que tienen los estudiantes de escasos recursos para emprender el ciclo escolar 2022, año en el que ven posible su regreso a la escuela.
Los niños y niñas que estudian en las escuelas públicas del país inician el 15 de febrero, con incertidumbre, un nuevo ciclo escolar. Sus mentes viajan entre las posibilidades del rojo, naranja, amarillo y verde que marca el semáforo de control de contagios por COVID-19. Este es el caso de los hermanos Martínez De La Cruz, cuyas esperanzas parecen estar suspendidas en un paisaje, en donde se ven ellos junto a sus amigos y maestras caminando hacia la escuela. Algo que no hacen desde marzo de 2020.
Mélani Saraí, de 13 años, y su hermano Esdras, de nueve, muestran el dibujo que hicieron para plasmar sus emociones ante el pronto retorno a clases. Mélani iniciará su educación de nivel básico y Esdras empezará tercero primaria, y será este el primer año en que el niño conozca la dinámica de clases presenciales de una escuela. Ambos dibujaron un paisaje con montañas y un camino que los lleva a ese centro de estudios.
Los trazos lineales de crayón de madera son más intensos y amplios en el dibujo de Mélani, quien en su camino a la escuela dibujó el encuentro entre ella, una amiga y su maestra. Todas representadas con mascarilla y pequeños cabellos rizados. Por su parte, Esdras solo se concentró en sus amigos y los dibujó a todos en fila y, a un lado, trazó un camino gris que se dirige hacia la escuela.
En ese mundo que imaginan por medio del dibujo, a los hermanos Martínez De La Cruz no los invade la incertidumbre de los retos que conlleva regresar a clases presenciales ni la realidad que enfrentan en la colonia Villalobos Norte: un barrio que fue habitado en el paso del río Villalobos, en Villa Nueva, y que a pesar de su crecimiento y vías de ingreso a extensas granjas avícolas, su calles no han sido asfaltadas.
Esdras y Mélani viven en un área llamada La Polilla. El nombre se debe al fino polvo que se levanta de forma constante sin importar la época del año. Los niños viven ahí desde hace 10 años, en un terreno que sus padres alquilan a uno de sus tíos. Un espacio en donde solo caben dos camas matrimoniales, una mesa, tres roperos, una estufa, una refrigeradora y un trinchante. La ausencia de ventanas lo hace un lugar oscuro, pero es desde ahí que Esdras aprendió a leer y escribir sus primeras letras y Mélani conoció las ecuaciones.