El coordinador residente de Naciones Unidas en Guatemala habla sobre el futuro de la cooperación y las relaciones del país con la comunidad internacional.


El Marco Estratégico de Cooperación de las Naciones Unidas con Guatemala se firmó en el 2020 y desde entonces se trabaja en la consolidación de varios objetivos. Con el cambio de gobierno se renueva la intención de cooperar en el desarrollo del país.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU), y sus 24 agencias están en Guatemala lideradas por Miguel Barreto, el coordinador residente, que nos recibió en sus oficinas para reflexionar sobre el contexto nacional y profundizar en los planes de trabajo que tienen con el país.

De inicio, Barreto es positivo con el cambio de gobierno y el clima de democracia que se consolidó con la transición; sin embargo, es consciente de que hay muchos desafíos por superar, como la polarización ideológica, aunque insiste en que el diálogo puede ser el camino.

¿Cuáles son las primeras impresiones de la ONU con el nuevo gobierno?

Existe un acercamiento notorio a la comunidad internacional en general, lo cual refleja un cambio en términos de la necesidad de generar mayor asistencia técnica, capacitación y apoyo internacional, entre otros.

Eso también tiene una variante, que es recuperar el espacio público externo de un país como Guatemala, que en los últimos años y meses fue muy cuestionado en términos de cumplimiento de acuerdos internacionales.

Entonces, desde la perspectiva de Naciones Unidas se abre una oportunidad para gerenciar continuidad en las cosas que se han hecho y para apoyar al nuevo gobierno en las decisiones que ellos quieran tomar.

En síntesis, lo que estamos afrontando hoy es una posibilidad de renovar una agenda programática y operacional que apoye las prioridades que el Estado, el gobierno, ha definido.

El proceso de transición que hubo provocó la reacción de diferentes organismos y países. ¿Esto pudo ser un detonante para generar ahora mejores condiciones para poder trabajar en Guatemala?

Desde el punto de vista del Derecho internacional y sobre todo, de la política internacional, el respeto a la votación popular es esencial para el fortalecimiento de la democracia, y la comunidad internacional, a través de las misiones electorales internacionales, validó una elección legal y legítima. Cualquier elemento que va en contra de esa decisión popular genera un ambiente de distorsión.

Por fortuna, el 14 de enero hubo una transición democrática ordenada y lo que eso abre es una expectativa para poder trabajar mejor con la comunidad internacional.

En el caso de la ONU y su red de agencias, ¿hubo algún tipo de desconexión en esa etapa de transición?

La valoración financiera de lo que hace Naciones Unidas no es necesariamente lo esencial. Lo esencial es de qué forma influye lo que hace la ONU en el desarrollo sostenible, en el cambio de políticas públicas, en el cambio de asistencia técnica.

La relación con los gobiernos anteriores siempre existió, porque nosotros trabajamos a través de un marco de cooperación que se firmó en el 2020, y lo que hacíamos era ejecutar los programas y proyectos basados en ese marco de cooperación que se acordaban con el Estado y se implementaban con la sociedad civil y el sector privado.

La variabilidad de fondeo no depende de la relación bilateral, sino, y mucho, de la inserción internacional del país y de la voluntad que tengan los donantes para aportar recursos en un país específico.

Por supuesto, nuestra visión es que habiéndose –ahora– reinsertado Guatemala de una manera distinta a la comunidad internacional, con un gran soporte externo, esto puede tener un impacto también en el aumento de la cooperación.

En esa línea, durante el mandato de Alejandro Giammattei se apelaba a la soberanía con una postura en contra de la injerencia extranjera. ¿Cómo entendía Naciones Unidas esos discursos?

De una manera muy simple, y lo he conversado muchas veces con el gobierno pasado, incluido el presidente anterior: la soberanía absoluta ya no existe en ningún país del mundo. La soberanía también se ejerce en función de las obligaciones que los Estados firman, y cuando un Estado firma una obligación internacional tiene que cumplirla, al igual que cualquier ciudadano cumple la ley y los acuerdos que firma.

Ahí es donde viene la disyuntiva. El uso político de la soberanía o la no injerencia como un mecanismo es un discurso interno, pero hace daño al posicionamiento internacional.

¿Cómo evitar que el país caiga en discursos ideológicos?

Las diferencias políticas e ideológicas existen en todos los países. El asunto es hasta qué punto se agudizan hasta generar espacios de polarización en los cuales uno no se pueden poner de acuerdo ni siquiera en lo que está de acuerdo. ¿Cómo se aborda ese problema? A través del diálogo, a través de la generación de consensos, y eso requiere confianza.

El diálogo es la respuesta. No hay manera de avanzar sin diálogo.

¿Cuál debería ser el camino más corto para que la población perciba cambios?

Siguiendo la ruta que puede establecer el Gobierno a través de su plan general, que me imagino se dará a conocer en los próximos días.

Naciones Unidas apoyará siempre y es consciente de la necesidad de reforzar y fortalecer el papel de protección social del Estado, salud, educación, combate a la desnutrición, vivienda, acceso al agua y saneamiento, infraestructura pública.

Por eso es tan importante la generación de espacios legítimos en términos de autoridades locales y regionales. El financiamiento nuestro irá dirigido a lo que el Gobierno establezca en esa línea, y nosotros también tendremos que realinear nuestras actividades territoriales en función de esas prioridades.

El sector privado cumple un papel fundamental en ello también, pero no podemos trabajar sin inclusión. La exclusión lo que genera no es desarrollo, genera subdesarrollo, genera dependencia y también genera inseguridad pública.

En problemas más puntuales, como el derecho a la salud, ¿han platicado con el gobierno en la posibilidad de agilizar la cooperación?

Naciones Unidas en Guatemala y en otros países también cumple rol de ejercicio de servicios, y sin duda existen en este momento conversaciones en curso para poder ejercer ese rol en temas muy puntuales como, por ejemplo, el tema de medicinas, de hospitales, de carreteras.

Para nosotros lo importante es que haya no solo interés del Gobierno en hacerlo, sino también que haya un consenso con los sectores productivos.

Otro tema de interés es la migración. ¿Cómo se puede encontrar soluciones?

Hay tres aspectos importantes. Uno es la respuesta inmediata, otro es la necesidad de generar consensos y el tercero es atacar las causas profundas.

Dentro de esa de esas tres variantes existen intereses nacionales. Los Estados responden en el ámbito internacional sobre la base de sus propios intereses. Todos los países tienen una visión respecto de esa lógica.

No hay manera de trabajar el tema migratorio si no es de manera conceptual. Pero también es importante evitar declaraciones políticas; hay que trabajar en cuestiones concretas.

¿Cómo colabora Naciones Unidas? En todas las vertientes que he mencionado. Trabajamos directamente apoyando la protección de migrantes a través de las agencias de la ONU.

¿Alguna otra área o problema del país que sea de importancia o preocupación para Naciones Unidas en este momento?

Nosotros vemos siempre temas de oportunidad. Somos 24 agencias trabajando en Guatemala. Desarrollo, seguridad alimentaria, desarrollo agrícola, medioambiente, migración, crimen organizado.

Todas son vertientes de lo que hacemos. Si hay algo que tengo que sacar adelante son dos cosas: uno es el medioambiente, para lo cual es fundamental la preparación y respuesta a emergencias en un país con tanta vulnerabilidad. Y dos, los aspectos transversales, que son fundamentales, como empoderamiento de la mujer y respeto y protección de derechos humanos.

Ahora bien, ¿eso se puede entender como que son temas que estamos quedando a deber en el cumplimiento del empoderamiento de la mujer y en el marco del respeto de los derechos humanos? Por supuesto que sí.

En otras palabras, no es solo un tema de desarrollo sino de inclusión.

¿Cómo se pueden entender esas acciones, se puede decir inéditas, al menos en los años recientes, de que vengan estas comisiones de alto nivel al país para consolidar puentes de cooperación?

Hay una apertura, una ruta de apertura, y todos los temas que hemos hablado, de una manera u otra, también forman parte de la agenda con Naciones Unidas.

Estamos en esa línea y seguiremos trabajando en ese sentido, como lo hemos hecho de manera abierta, directa y neutral con los gobiernos anteriores. Pero es el Gobierno el que marca la pauta, no somos nosotros.