Entre las tiendas de campaña color beige de la base de Ramstein, en Alemania, la mayor de Estados Unidos en Europa, los niños juegan al balón y la ropa lavada se seca sobre las verjas de este estacionamiento militar transformado en campo de refugiados afganos.
Los afganos que trabajaron con las fuerzas estadounidenses en el país o considerados como “vulnerables” por el riesgo que corren tras la toma del poder por los talibanes, tienen que esperar en esta base aérea durante días antes ser enviados a otro destino.
Protegidos con mantas del frío otoño alemán, unos 200 afganos esperan en la pista para embarcar en un Boeing 767-300 que los llevará al otro lado del Atlántico.
Dentro de un hangar, Rasool, este antiguo empleado del Ministerio del Interior afgano de 27 años, espera junto a su padre a que llegue su turno.