Rusia quería construir una fuerza de combate más ágil y menos corrupta, pero sus prácticas de la era soviética perduran.
Los vehículos del Ejército estaban tan decrépitos que los equipos de reparación se encontraban cada 24 kilómetros. Algunos militares tenían tan mala condición física que el Ejército contaba con un presupuesto de US$1.5 millones para ajustar de talla los uniformes normales.
Así era el Ejército ruso hace más de una década, cuando el país invadió Georgia, según el ministro de Defensa de aquel entonces. Las deficiencias, grandes y pequeñas, eran tan notorias que el Kremlin anunció una modernización completa del Ejército para crear una fuerza profesional más esbelta y flexible.
Sin embargo, ahora, casi tres meses después de la invasión de Rusia a Ucrania, está claro cuán lamentablemente lejos se quedó el Kremlin de crear una maquinaria eficaz de combate. Las fuerzas rusas en Ucrania han decepcionado a un grado que ha sorprendido a la mayoría de los analistas de Occidente, quienes han considerado la posibilidad de que la operación militar del presidente de Rusia, Vladimir Putin, termine siendo un fracaso.
Según cualquier medida, a pesar de haber capturado territorios en el sur y el este, el Ejército ruso ha sufrido un golpe significativo en Ucrania. Se ha visto forzado a abandonar la que esperaba que fuera una guerra relámpago para tomar por la fuerza todo el país en unos pocos días. Sus fuerzas fueron obligadas a retirarse de los alrededores de Kiev, la capital. El buque insignia de la flotilla del mar Negro, el Moskva, fue hundido; nunca ha controlado los cielos, y, según algunos estimados de Occidente, han muerto decenas de miles de rusos.