Las fotografías de los tanques rusos destruidos -el casco destrozado, la torreta rota, el cañón ennegrecido y quemado, apuntando inútilmente al cielo- han sido una imagen icónica de la guerra en Ucrania. Esto ha llevado a algunos a preguntarse si las modernas armas antitanques han hecho que los tanques sean inútiles en el campo de batalla.
«Esta es una historia que se repite cada vez que un tanque es derribado», dice David Willey, conservador e instructor del Museo de Tanques de Bovington, en Dorset, Reino Unido, que cuenta con la mayor colección de tanques del mundo.
«Como el tanque es un símbolo de poder, cuando es derrotado la gente llega a la conclusión de que es el fin del tanque», apunta.
Estamos viendo cómo un carro de combate T-72 de diseño soviético acelera su motor y se dirige con estrépito hacia el punto de reabastecimiento antes de ensayar para una demostración. Se trata básicamente del mismo modelo de tanque que los cientos que cruzaron la frontera con Ucrania en febrero y que fueron destruidos por pequeños y ágiles grupos de infantería ucraniana bien entrenados que usaban drones y armas ligeras antitanque de nueva generación (NLAW, por sus siglas en inglés).