El trabajo presenta datos de 11 países de la región, entre ellos Guatemala.
América Latina registró altas tasas de depresión y pensamiento suicida entre los trabajadores de la Salud durante la pandemia de COVID-19, reveló un estudio liderado por la Universidad de Chile y la estadounidense Universidad de Columbia, con la colaboración de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
«Los resultados más contundentes que podemos ver a nivel de la región son más bien ligados a síntomas de riesgos de depresión y a riesgos de suicidio», dijo a Sputnik la asesora de Salud Mental de la OPS Carmen Martínez-Viciana, quien lideró el estudio desde la organización.
El trabajo presenta datos de 11 países de la región: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Guatemala, México, Perú, Puerto Rico, Venezuela y Uruguay, recogidos en distintos momentos del primer año de la pandemia.
El informe, titulado «The COVID-19 HEalth caRe wOrkErs Study (HEROES)», revela que entre el 14,7 y el 22% del personal de salud encuestado, 14.502 trabajadores sanitarios, presentó síntomas de riesgo de cuadro depresivo, y entre ellos entre 3 y 15% indicios de episodios más graves.
Mientras que entre un 5 y un 15% mostró en algún momento ideas suicidas, dijo Martínez-Viciana.
Además, la investigación detectó que en los países representados de la región, recibieron atención psicológica menos de un tercio de quienes dijeron necesitarla (entre 11 y 25%).
Los datos preocupan a la OPS por la falta de respuesta a estos problemas y la continuación de la pandemia, que actualmente presenta un nuevo pico de contagios en la mayoría de los países de la región.
«Consideramos que es muy preocupante la situación en estos momentos por el acumulado (de sobrecarga en los trabajadores de la salud), la mayor demanda y la falta recursos para dar respuesta a esta situación», dijo la representante de OPS.
Del estudio participaron tantos profesionales de la salud como también personal administrativo y de otras áreas de las instituciones sanitarias.
Los resultados muestran una mayor afectación a las mujeres, pero también una mayor participación de personal femenino en las encuestas.
Martínez-Viciana recordó que en términos generales hay mayor identificación de problemas de salud mental en las mujeres respecto a los hombres y que hay distintos factores asociados a eso, algunos que tienen que ver con el reconocimiento de padecerlo, y otros que están relacionados a cuestiones individuales, laborales y sociales.
Sin embargo, en el caso concreto de los trabajadores de la salud el estudio no puede determinar qué factores influyeron para una mayor participación de mujeres, pero se está realizando un análisis específico sobre eso, explicó.
«La reflexión es que está claro de que hay una identificación por parte de las mujeres [de los problemas de salud mental] y sin embargo hay una falta de respuesta de recursos puestos en marcha que tengan en cuenta ese enfoque de género», añadió.
Enfoque de género tanto desde el punto de vista de la salud mental, como de las condiciones laborales e individuales, como por ejemplo, que la mayoría de las trabajadoras son además cuidadoras, ya sea de familiares, hijos, hijas o adultos mayores, lo que implica una sobrecarga laboral en ellas.
Políticas públicas e inversión
En cuanto a los pasos a seguir ante estos datos, la especialista resaltó que lo más importante es que haya políticas claras para abordar la salud mental de la población en general y particularmente de los trabajadores sanitarios.
«Políticas públicas que vayan a cuestiones de atención pero también a la promoción y la prevención, tener medidas que permitan que no se llegue a los problemas, que se identifiquen en su inicio y se dé respuesta», dijo.
Así como medidas que se escapan de la salud mental pero que influyen en ella, como las que tiene que ver a cambios en la reorganización de los servicios, contar con suficientes recursos humanos para dar respuesta a situaciones como la de esta pandemia, etc.
En ese sentido, resaltó la importancia de una mayor inversión para la salud mental e hizo un llamado a los gobiernos a atender este tema.
«Se necesita mayor inversión destinada a la salud mental, los países de la región invierten menos de 5%, incluso menos de 2%, de su presupuesto sanitario en la salud mental cuando los datos generales de población hablan de una carga de enfermedades mentales alrededor de un 15%», señaló al enfatizar que existe una gran brecha entre ambas cifras.
Otro problema es que el gran porcentaje del presupuesto sanitario en la región se destina a instituciones psiquiátricas, que la OPS considera obsoletas.
«En la región es cerca del 60% que se está destinando hacia los hospitales psiquiátricos que hoy en día es un modelo que debería de estar obsoleto y debería reemplazarse por un modelo de salud mental comunitaria con otros tipos de servicios mucho más cercanos a la población y que dan mejor respuesta», detalló.
Para la OPS debería fomentarse ese tipo de respuestas e invertir más en ellas.