En invierno la oportunidades laborales disminuyen en Brooklyn, Nueva York y los migrantes deben salir a las calles para ser contratados por un día o dos a las semana.
En la 65 calle de Brooklyn, Nueva York, más conocida como «la parada de los migrantes», se encuentran guatemaltecos, mexicanos y personas de otras nacionalidades parados en las esquinas esperando a ser contratados para algún trabajo.
Más de 100 migrantes indocumentados, la mayoría guatemaltecos, se encuentran parados en las esquinas de esa calle y lo único que llevan en una mochila son herramientas de construcción o plomería, oficios más solicitados en el sector.
Unos connacionales dijeron tener miedo de ser deportados ante las promesas de Donald Trump al llegar a la presidencia de Estados Unidos de hacer deportaciones masivas.
Agregaron que aún deben préstamos o aún tienen proyectos pendientes. Sin embargo, hubo otros que comentaron que no les importa volver a Guatemala y volverían a trabajar en la agricultura.
Pascual Sohom, es originario de Nahualá, Sololá, y llegó a Brooklyn hace un año, pero por su estado migratorio, que es ilegal, no ha encontrado un empleo.
Sohom, junto a otros guatemaltecos y mexicanos llegan a la esquina de la 65 calle a esperar a que alguien los contrate por un día para hacer trabajos pequeños de construcción o plomería.
“Tenemos metas y estamos ilusionados con ayudar a nuestras familias, pero hay poco trabajo, durante el invierno vivimos la peor época” dijo.
Sohom pagó Q150 mil a un coyote para que lo llevara hasta el norte del continente, pero ante los pocos ingresos que tiene ha pasado hasta dos días sin comer.
“Debo mucho y a veces solo trabajo dos días a la semana, debo de pagar la renta y enviar dinero a mi familia para la deuda. A veces solo desayuno y paso todo el día sin comer y hay ocasiones que no tengo dinero para comprar mis alimentos”, señaló.
Cada fin de mes Sohom paga US$800 por el alquiler de un cuarto que mide menos de nueve metros cuadrados, lugar donde solo tiene una cama y un mueble para colocar su ropa y zapatos.
Recordó que cada día se pone sus botas y toma su mochila con la ilusión de encontrar un empleo.
“En Guatemala, aunque sea frijoles come uno durante el día y tiene trabajo en el campo, pero aquí -en EE. UU.- la vida es dura. Un almuerzo cuesta entre US$15 y US$20. Es cara la vida”, mencionó mientras se frotaba los ojos.
Sohom pidió a las nuevas autoridades estadounidenses que dejen trabajar a los migrantes que no han cometido delitos y que no los expulsen, porque para muchos el sueño de una mejor calidad de vida aún no inicia.
“Es dura la vida aquí y hay gente que no nos quiere. Nosotros vinimos a trabajar, no a robar”, comentó.
Martín Mejía es originario de Suchitepéquez y migró a Estados Unidos hace 10 años, durante ese tiempo ha trabajado en el sector construcción.
Mejía dijo que ya construyó una casa y ayuda a su familia, pero durante los últimos dos años el trabajo ha disminuido.
“La situación aquí está un poco dura, porque hoy en día ya hay muchos migrantes. Mucha gente parada en estas esquinas ya no puede pagar renta ante la falta de empleo”, reconoció.
Comentó que trabaja dos días a la semana, ganando entre US$250 y US$300, pero con ese dinero solo le alcanza para pagar el alquiler de una habitación y comprar alimentos.
“Cuando uno viene aquí, en este país, es un poco complicado porque aquí todo es pagado, aquí estamos por la misericordia de Dios”, señaló.
Agregó que espera que Trump mejore la economía de Estados Unidos para que haya más empleos.
“Cuando Donald Trump estuvo de presidente sí hubo trabajo, pero ahora saber cómo será. Espero que no deporte a todos los migrantes, solo a los que cometieron crímenes”, enfatizó.
Además, afirmó que no pondrá resistencia si es deportado.
“Si me van a deportar, pues me voy a ir para mi país. Ya he hecho mis cositas, no todo pero al menos tengo dónde ir a vivir”, destacó.
Otro migrante guatemalteco, que prefirió el anonimato y llamaremos Jorge, dijo que es difícil migrar y no estar cerca de su familia.
“No es como se piensa, estando aquí con este frío y sin trabajo dan ganas de regresarse a Guatemala”, comentó.
Jorge dijo que llegó a Nueva York hace 16 años y migró para darle un mejor futuro a su familia.
“Me preocupan las deportaciones porque tengo dos hijos acá en Estados Unidos, mi esposa también es indocumentada. Ambos —sus hijos—se quedarían solos si nos llevan de regreso”, explicó.
Según el Ministerio de Relaciones Exteriores hasta abril de 2024 se contabilizaban más de 158 mil guatemaltecos viviendo en Nueva York, siendo el cuarto estado con más connacionales, seguido de California, Texas y Florida.