La crisis está dejando a los consumidores y los usuarios industriales pesados con facturas en aumento de cara al 2022.
El costo promedio de la energía a corto plazo se disparó a niveles récord este año, aumentando más de un 200 por ciento en Alemania, Francia, España y el Reino Unido. En la región nórdica, donde los vastos suministros de energía hidroeléctrica tienden a limitar los precios, los costos aumentaron un 470 por ciento respecto al año anterior.
La crisis está dejando a los consumidores y los usuarios industriales pesados con facturas en aumento de cara al 2022. Las fundiciones de metales desde Francia hasta España ya se han visto obligadas a frenar la producción, en tanto que algunos productores de fertilizantes se vieron obligados a detener la producción por completo. La planta de propiedad mayoritaria de Norsk Hydro en Eslovaquia fue la última víctima, anunciando ayer que frenaría aún más la producción.
Y no se ve que las cosas mejoren pronto, incluso cuando el año termina con un clima templado, lo que alivia la demanda de calefacción y energía. Los hogares se enfrentarán a incrementos de precios deslumbrantes los próximos años, cuando se traspasen costos al por mayor. Las industrias también deberán lidiar con suministros aún más ajustados en enero, cuando alrededor de 30 por ciento de la flota nuclear francesa esté fuera de línea.
El megavatio más caro
Este año, los precios diarios de la energía en Alemania promediaron 96.85 euros el megavatio-hora, mientras que los costos en Francia fueron de 109.17 euros, según cálculos de Bloomberg basados en subastas diarias. Los usuarios españoles pagaron 111.93 euros; los precios en Reino Unido promediaron 117.82 libras, mientras que costos en la región nórdica llegaron a 62.31 euros.
La crisis energética de Europa es el resultado de la escasez de gas natural, justo al tiempo que la demanda se recuperó tras los confinamientos de 2020. La crisis también se vio agravada por velocidades de viento más bajas de lo normal y cortes de energía nuclear que han afectado las redes eléctricas, lo que obligó a las empresas de energía de la región a quemar combustibles fósiles contaminantes.
A medida que las empresas quemaban carbón, lignito e incluso petróleo para mantener las luces encendidas, el costo de comprar permisos para contaminar aumentó. Los futuros de carbono, que ya enfrentan aumentos de precios debido a la agenda climática de Bruselas, se duplicaron este año a unos 80 euros por tonelada métrica (US$90.5), lo que elevó el costo de la electricidad.