En las primeras dos semanas de enero de 2022, murieron 122 personas a causa de accidentes de tránsito. Sin embargo, detrás de las imágenes estremecedoras de los sucesos que circulan por internet como mensajes virales, se encuentran familias como los Pirique y los Vásquez, que en medio de su dolor han hallado una vía para demandar justicia por la muerte de sus hijos.
“Ahora somos nosotros los que estamos de luto, pero no sabemos cuántas personas ahora mismo están en peligro, o cuántas familias tendrán que vivir un luto igual al de nosotros”, dice Lauro Pirique, quien se encuentra a un costado del lugar donde enterraron a su hija hace 15 días. Su cuñada, Nora Jeannette Vásquez Juárez, está junto a él, pero no soporta más ver la tumba de su sobrina, llena de flores ya secas, y se retira a llorar. Hace 15 días, ella también enterró a sus tres hijos. Los Pirique y los Vásquez son dos familias que viven el dolor y el desconsuelo que han generado los accidentes de tránsito provocados, en su mayoría, por buses extraurbanos durante las dos primeras semanas de enero.
Lauro Pirique perdió a su hija, Mónica Pirique Vásquez, de 23 años, quien recién se había graduado de abogada y notaria. Nora Jeannette Vásquez Juárez perdió a su hijo Élder Amílcar, de 24 años, y a sus hijas Vivian Jeannette, de 20, y Rocío Mariela, de 15. Todos ellos viajaban en un vehículo de Retalhuleu hacia Palín, Escuintla, lugar donde viven. Junto a los jóvenes viaja Saida Vásquez, la madre de Mónica y única sobreviviente del accidente, que ahora tiene a dos familias de luto y luchando por justicia.
La tarde del 2 de enero, las familias Pirique y Vásquez regresaban de haber pasado la fiesta de Año Nuevo con los abuelos maternos de los jóvenes en Retalhuleu. Una tradición que se repite cada año y que culmina en la celebración de un servicio religioso evangélico. En su retorno desde Retalhuleu, la familia se transportaba en dos vehículos. Adelante iba Nora Jeannette junto a su esposo y una sobrina, y atrás, los jóvenes junto a Saida Vásquez. En el kilómetro 64, ubicado en Siquinalá, la pequeña camioneta quedó totalmente destruida al chocar contra el bus extraurbano Flor de mi Tierra.
Los únicos testigos de la tragedia son Nora Jeannette, su esposo, el ayudante del bus y los pasajeros. El expediente del caso del Ministerio Público (MP) solo prioriza el relato del ayudante, quien asegura que el carro en que iban los jóvenes invadió el carril que se dirige hacia el sur y que fue en ese momento que impactó contra el bus.
Este testimonio fue leído en la audiencia de primera declaración realizada el 3 de enero por el juez de Turno Jorge Adolfo Díaz Alonso, en el Juzgado de Escuintla. La declaración fue como un ruido ensordecedor para la familia. Ese relato invadió los oídos de Nora Jeannette y de Lauro, pero al mismo tiempo su dolor se convirtió en coraje y frustración, cuando escucharon al juez dictar medidas sustitutivas a favor del chofer del autobús, Edy Eduardo Montúfar López, de 32 años. El juzgador lo ligó a proceso por lesiones y homicidio culposo, pero recobró su libertad al pagar una caución económica de Q5 mil. Las emociones que generó la resolución del juez llegaron mientras esperaban la llamada del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif) para ir a recoger los cadáveres de sus hijos, según cuentan el padre y la madre, quienes esperan en una sala ser atendidos por el abogado que han contratado para que el MP tome en cuenta los testimonios de la familia.
Nora Jeannette asegura que fue el conductor del autobús el que invadió el carril del automóvil en el que se dirigían sus hijos, su hermana y su sobrina. El que manejaba era Élder Amílcar, el hijo mayor de Nora, también graduado de la universidad en 2021 como auditor. Sentada en la sala de espera, junto al padre de dos de sus tres hijos, recuerda que el autobús rebasó a otro vehículo y fue en ese momento que chocó contra el carro que conducía Élder Amílcar.
“El MP no quiso tomar nuestro testimonio solo porque nosotros íbamos adelante”, reprocha la madre con un tono de voz agitado, en el que muestra su indignación, porque los agentes fiscales no tomaron en cuenta los hechos que ella asegura que observó desde los retrovisores.
Una testigo clave del hecho es Saida Vásquez, la única sobreviviente del accidente. Mientras Lauro Pirique limpia la tumba de Mónica para que se observe la lápida, el padre explica que su esposa aún no sabe que su hija ha muerto. Detiene su labor para detallar que, hace una semana, Saida salió del coma y no creen que su cuerpo esté lo suficientemente fuerte para soportar esa noticia. Sus palabras se cruzan con las de su cuñada para reiterar que no sería lo más adecuado darle la noticia en estos momentos.
“Solo Dios sabe cómo reaccionará cuando se entere de que nuestra princesita murió”, expresa Lauro. Mientras está en el cementerio número uno de Palín, los lentes de sol y la mascarilla cubren todo su rostro. El dolor que siente solo se percibe por medio de su voz, que se corta al hablar de los sueños de su hija: ser una abogada defensora de los derechos de las mujeres.
Un túnel cruza la autopista que va hacia el sur y de esa manera se llega al cementerio número dos desde Palín. Este camposanto se observa desde la carretera de pago de peaje por la enorme escultura de un Cristo Redentor. Ahí se encuentran enterrados el hijo y las dos hijas de Nora Jeannette.
“Me he quedado sin nada. Estoy vacía”, dice la madre mientras toca la tumba que aún es gris por el cemento y no tiene lápidas que identifiquen dónde se encuentra cada uno de los fallecidos. Sin embargo, la madre recuerda donde fueron ubicados los restos de Élder Amílcar, Vivian Jeannette y Rocío Mariela.
Desde ahí, Lauro hace una promesa a sus sobrinos. Les dice que no descansará hasta que el chofer del bus extraurbano vaya a prisión. Nora Jeannette grita y dice que los pilotos deben cambiar su forma de conducir, porque transportan vidas humanas y en las carreteras también se encuentran con más personas. “Con ese comportamiento, son unos asesinos al volante”, dice Lauro mientras consuela a su cuñada.
Desde su despacho jurídico, ubicado en el centro de Escuintla, Elíos Uriel Samayoa, abogado de las familias Pirique y Vásquez, comenta que solicitaron ser querellantes adhesivos del caso y que una vez se recupere Saida Vásquez se pedirá que ella sea la testigo principal del trágico accidente.
“Los abogados del seguro del autobús Flor de mi Tierra han pedido una junta conciliatoria en el Ministerio Público, pero aún no se han apersonado y citado, ni nada. Ya está en proceso… La junta conciliatoria es la acción reparadora a las familias, no del hecho en concreto, porque lo que sucedió es un delito de acción pública. Aunque se llegue a un arreglo y reparación digna, el proceso judicial debe continuar porque murieron cuatro personas”, explica Elíos Uriel Samayoa, quien es muy crítico de cómo el MP recabó evidencias la tarde del 2 de enero y añade que las autoridades tampoco se opusieron a la resolución dictada por el juez de dejar en libertad al chofer del autobús.
El Observatorio Nacional de Seguridad del Tránsito, del Departamento de Tránsito de la Policía Nacional Civil, registró que durante las primeras dos semanas de 2022, 122 personas murieron en accidentes de tránsito. Esto significa un aumento de 35 personas fallecidas en comparación a las 87 que se documentaron en esa misma fecha en 2021.
Mientras estos registros golpean a las familias guatemaltecas, como los Pirique y los Vásquez, el gobierno del presidente Alejandro Giammattei evita tomar las medidas necesarias que podrían obligar a los dueños de autobuses y de vehículos de carga pesada a ser más estrictos con sus conductores.
El viernes 21 de enero, el día en que Nora Jeannette recibiría las lápidas para identificar las tumbas de sus hijos, el Gobierno emitió el acuerdo gubernativo 9-22, en el que una vez más se prorroga por seis meses que entre en vigencia el Reglamento para la Contratación del Seguro Obligatorio de Responsabilidad Civil contra Terceros del Transporte Colectivo Urbano de Pasajeros y de Carga.
Este seguro cargaría de más responsabilidad a las empresas de transporte al momento de ocasionar un accidente.