La figura del colaborador eficaz, tan controvertida y criticada en Guatemala, les ha permitido a muchos narcos guatemaltecos obtener condenas más cortas ante la justicia estadounidense y pasar menos tiempo en prisión, a cambio de su colaboración para capturar a otros narcos y testificando contra estos. Entre los que se han beneficiado figuran Marllory Chacón Rossell y, el más reciente, José Manuel López Morales, alias el “Che”, quien acaba de recuperar su libertad.
José Manuel López Morales, alías el Che, recuperó su libertad el 4 de agosto pasado.
Aunque el juez José Martínez, de la Corte del Distrito Sur de la Florida, EE. UU., lo condenó a 11 años de cárcel por tráfico de cocaína en febrero de 2018, pasó menos de tres años tras las rejas.
Luego de llegar a un acuerdo con la Fiscalía, López Morales se declaró culpable y aceptó colaborar con la justicia estadounidense, a cambio de una sentencia más benigna (según los cargos le correspondían entre 14 y 18 años en prisión) y la posibilidad de reducir su estancia en prisión.
Entre 2005 y octubre de 2014, López, un exempleado del Ministerio de Agricultura originario de San Juan La Ermita, Chiquimula, ayudó a varios capos hondureños, como los hermanos Valle Valle, Arnulfo Fagot Máximo o la guatemalteca Sebastiana Cotton, Doña Tana, a transportar miles de kilos de cocaína desde Copán, Honduras, hasta Malacatán, San Marcos, en la frontera con México.
López empezó como conductor, pero se ganó la confianza de los hermanos Valle Valle y se convirtió en el coordinador logístico de su organización. Recibía la droga de los laboratorios colombianos en La Mosquitia o Copán, Honduras, y la entregaba sin falta en la frontera con México.
No importaba la cantidad ni el riesgo: si eran 25 kilos de cocaína, los escondía donde iban las bolsas de aire de un vehículo normal; si eran 100 kilos, usaba camionetas o furgonetas y escondía la droga en un doble fondo en el techo; si iba a transportar 200 kilos, usaba camionetas más grandes y se escondía la droga en un doble fondo en el piso; si eran más de 350 kilos, usaba camiones pequeños con cámara de enfriamiento y se escondían en el techo; si eran de 800 a mil kilos, usaba tráileres con plataformas con doble fondo; si eran unos mil 500 kilos, usaba jaulas para ganado donde utilizaban el piso y el techo; si eran 2 mil 500 kilos, usaba un lowboy para transportar maquinaria pesada; en alguna ocasión transportó 5 mil 600 kilos en un solo viaje, declaró López Martínez en el juicio contra el narcotraficante hondureño Arnulfo Fagot Máximo.
Además de la recepción y transporte de la droga, López se encargaba de los cobros y el transporte del dinero obtenido de la venta de la cocaína, para lo cual envolvía dos fajos de US$10 mil en billetes de US$20 que ocupaban el mismo espacio donde se transportaba un kilo de droga, y se encargaba también de hacer “depósitos” a proveedores en ciudad de Guatemala y México, así como del dispositivo de seguridad que utilizaban en cada cargamento.
José Manuel López Morales, alias el Che, fue uno de los transportistas de drogas más activos de Guatemala.