A veces, las situaciones difíciles y las crisis llegan: desde un día en que nada sale bien, hasta experiencias límite como la pérdida de un ser querido o una problemática financiera que parece no tener salida. En esos escenarios, la sensación de desbordamiento emocional es común.
Existen crisis que no se resuelven de la noche a la mañana, y los expertos coinciden en que es necesario adquirir herramientas para enfrentarlas. Estas experiencias pueden llenarnos de dudas, reforzar creencias erróneas y llevarnos a tomar decisiones poco efectivas para mejorar la situación.
La psicóloga Julissa Martínez señala que, desde la infancia, muchas personas han recibido el mensaje de que “si actuamos bien, las cosas buenas llegarán”. Esta idea, basada en la ley de causa y efecto, sostiene que toda acción, pensamiento o palabra genera una consecuencia. “No es una fuerza externa que castiga o premia, sino algo que opera dentro de cada persona. Somos nosotros quienes determinamos nuestros propios resultados y nuestro destino, según nuestras decisiones y conductas”, afirma la especialista.
El pastor Luis Fernando Castellanos Archila, de la Iglesia de Dios Evangelio Completo de Guatemala, considera que el principio de la siembra y la cosecha no solo tiene una connotación espiritual, sino también cultural. “Desde nuestros antepasados, hemos entendido que nadie puede cosechar si no ha sembrado. Es un principio de la vida misma”, dice
Ser conscientes de nuestras acciones es, según Martínez, un signo de madurez emocional. “Nos invita a vivir con responsabilidad, a entender que todo lo que hacemos tiene un impacto, incluso si no lo percibimos de inmediato”. Sin embargo, reconoce que, aun actuando con ética y bondad, pueden surgir obstáculos. “Las personas suelen preguntarse por qué a la gente buena le pasan cosas malas”.
Las dificultades parte de la condición humana
En esos momentos difíciles es vital desarrollar habilidades como la gestión emocional, la comunicación asertiva y el manejo de conflictos, todas claves para fortalecer las relaciones interpersonales y preservar la salud mental.
Christian Bernard, miembro y exdirigente de la Orden Rosacruz AMORC, una fraternidad filosófica de tradición mundial, coincide en que el sufrimiento forma parte de la experiencia humana. “Nada escapa, pero lo que puede hacer la diferencia es la forma en que los superamos y cómo reaccionamos ante la adversidad. Eso es, esencialmente, la maestría de la vida”, expresa.
Bernard insiste en no dejar que las preocupaciones saturen la mente hasta el punto de impedir el disfrute de las pequeñas alegrías cotidianas. “A menudo pasamos por alto esos momentos de felicidad sin apreciarlos en su justo valor”, añade.
¿Qué hacer frente a una crisis?
Las crisis, aunque dolorosas, también abren la posibilidad de cambio. Pueden empujar a reevaluar prioridades, relaciones, creencias o metas.
Tomarse un tiempo para reflexionar sobre lo que se quiere y se necesita puede abrir nuevos caminos. “Lo que hoy parece un final, podría ser el inicio de una etapa más consciente”, señala Martínez.
La clave, coinciden los expertos, está en tomar las crisis como parte del camino, no como el final del trayecto.
1. La humildad
“Somos humanos. No todo el tiempo nos vamos a sentir esperanzados. Hay días en que simplemente queremos llorar”, explica psicóloga guatemalteca Ana Lucía Vásquez. Reconocer nuestras emociones y aceptarlas es, según ella, un paso esencial para comenzar a sanar.
Pep Marí, experto en preparación psicológica de deportistas de alto rendimiento, explica en La Vanguardia que la humildad es el primer paso hacia el cambio durante una etapa difícil. “Aceptar el problema conlleva la mitad de la solución”, señala, y recalca la importancia de identificar pronto lo que va mal para poder actuar.
Marí recomienda realizar un análisis personal para determinar qué está en nuestras manos cambiar y cómo hacerlo desde la responsabilidad individual.
2. El agradecimiento
Cuando la vida presenta desafíos importantes, dedicar unos minutos al día para agradecer puede marcar una gran diferencia. Esta práctica puede ayudar a reenfocar la atención en lo que sí funciona.
La psicóloga Martínez sugiere identificar al menos tres cosas por las que se pueda sentir gratitud, incluso en días difíciles. “Puede ser desde haber tenido menos dolor físico, hasta contar con la salud de un órgano o un momento de tranquilidad. La idea es reconocer que, aunque estemos mal, no todo está perdido”.
Este ejercicio permite ver las pequeñas cosas como motores internos que generan esperanza.
3. Vivir el presente
En momentos de crisis, soltar el pasado y evitar la angustia por el futuro es fundamental. Dejar de lado las cargas emocionales no resueltas permite avanzar. Permítase sentir, expresar lo que experimenta y aprender de lo vivido. Eso no implica quedarse estancado en el dolor, sino avanzar con conciencia.
El contacto con la naturaleza, la práctica de ejercicios como yoga o artes marciales, o incluso escuchar música que inspire, son formas de conectarse con el aquí y el ahora. La clave es fortalecer el cuerpo y liberar la mente.
4. Busque acompañamiento físico y espiritual
La red de apoyo familiar o de amistades cercanas es vital durante momentos difíciles. Hablar con alguien de confianza puede ofrecer claridad y alivio emocional. Para quienes acompañan a alguien en crisis, una buena forma de ayudar es preguntar qué necesita, validar sus emociones y recordarle que no está solo.
Además, sin importar la religión o creencia, acercarse a mensajes espirituales o de fe puede brindar consuelo. Olga Díaz, teóloga de la Universidad Rafael Landívar, expone en su tesis El efecto liberador del perdón que la falta de perdón “es como un veneno que se toma a diario en pequeñas dosis”. Para Díaz, el perdón es más un acto de liberación personal que un regalo para quien ofendió. “El rencor y la rabia debilitan. El perdón no justifica el maltrato ni la agresión, pero sí permite dejar de cargar con su peso”, señala.
El pastor Castellanos comparte su testimonio personal: “La fe y la oración nos sostienen. No lo digo porque lo leí, sino porque lo viví”. Tras perder a sus dos hijos, encontró consuelo en su espiritualidad. “Creo que lo he soportado porque tengo fe de que Dios me ha fortalecido, tengo su palabra que me alienta, y la oración como soporte diario”, relata.
5. Busque apoyo emocional
La psicóloga Daniela Ortiz explica que nadie está feliz todo el tiempo. “Es normal tener momentos de preocupación, enojo o estrés. No se trata de eliminarlos, sino de equilibrarlos”.
Ortiz sugiere identificar las emociones predominantes y analizar su origen. “A veces lo que nos molesta no es lo que nos dicen, sino cómo lo interpretamos”, señala. En esos casos, cultivar la autocompasión, escribir un diario emocional o practicar técnicas de respiración profunda puede ser útil
Si el malestar emocional se extiende y comienza a interferir en la vida cotidiana, lo recomendable es buscar ayuda profesional. Psicólogos, psiquiatras o terapeutas están preparados para ofrecer herramientas de apoyo y acompañar en el proceso de sanación.
“Cada persona tiene señales diferentes. Algunas dejan de dormir, otras pierden el apetito, se aíslan o lloran con frecuencia. Si esto se mantiene, es señal de alarma”, advierte Julissa Martínez.