Vivir con la posibilidad de un desastre natural inminente es parte de la vida cotidiana de los japoneses.
Están siempre listos, tal como sucedió en la madrugada del pasado domingo 16 de enero, cuando se dispararon varias alertas de tsunami tras la erupción de un volcán submarino en Tonga, un archipiélago en el Océano Pacífico.
Alrededor de las 00:15 hora de Tokio, los teléfonos inteligentes emitieron una señal con el aviso y, en las ciudades costeras, las sirenas comenzaron a advertir sobre la posible necesidad de evacuar las casas en busca de un terreno más alto para protegerse de las olas estimadas en 1 metro de altura.
Horas después, la alerta fue desactivada. Pero no será la última en el archipiélago japonés, históricamente vulnerable a desastres naturales como terremotos, tsunamis y erupciones volcánicas debido a su posición geográfica en el Cinturón de Fuego del Pacífico, un área de inestabilidad geológica.
Los desastres naturales son estudiados a profundidad por los científicos y, hasta cierto punto, esperados por quienes viven en el país insular, como si la próxima catástrofe pudiera ocurrir en cualquier momento.
“Japón, conocido como la tierra de los desastres, es uno de los territorios más propensos a los desastres en el mundo. Desde terremotos hasta tsunamis y tifones, los fenómenos naturales están arraigados en la historia, la cultura y la conciencia del país”, le dice a la BBC Robin Takashi Lewis, director de la incubadora Social Innovation Japan, con sede en Hakuba, en la Prefectura de Nagano.
“Así, a lo largo de los siglos, Japón ha acumulado conocimientos para hacer frente a todo tipo de desastres. En las últimas décadas, un concepto japonés se ha destacado a nivel internacional: jijo, kyojo y kojo“, dice este emprendedor social, quien fue consultor de Tokyo Disaster Risk Management Hub, una iniciativa del Banco Mundial.