La toma del poder de miembros del Ejército en cinco países del continente alarma a los líderes civiles y a la población.
Se escuchan disparos. Corre el rumor de que el Ejército dio un golpe de Estado. El presidente no aparece por ninguna parte. La nación enciende la televisión y cambia al canal estatal, donde ve a los nuevos líderes, con boinas y ropa militar, anunciar que la constitución ha sido suspendida, la asamblea nacional disuelta y las fronteras cerradas.
En los últimos 18 meses, en escenas similares, los líderes militares han derrocado a los gobiernos de Malí, Chad, Guinea, Sudán y, ahora, Burkina Faso. El 28 de enero pasado, los líderes de África Occidental convocaron una cumbre de emergencia sobre la situación en Burkina Faso, en la que el nuevo líder militar, el teniente coronel Paul-Henri Damiba, dijo a su pueblo en su primer discurso público el jueves por la noche que devolvería el país al orden constitucional “cuando las condiciones sean las adecuadas”.
El resurgimiento de los golpes de Estado ha alarmado a los líderes civiles que aún quedan en la región. El presidente de Ghana, Nana Akufo-Addo, declaró el viernes: “Representa una amenaza para la paz, la seguridad y la estabilidad en África Occidental”
Estas cinco naciones que en fechas recientes experimentaron golpes de Estado militares forman una línea discontinua que se extiende por la amplia franja de África, desde Guinea en la costa occidental hasta Sudán en el este.
Primero fue Malí, en agosto de 2020. El Ejército aprovechó el enojo de la población por el robo de las elecciones parlamentarias y la incapacidad del gobierno para proteger a su pueblo de los extremistas violentos, los soldados arrestaron al presidente Ibrahim Boubacar Keita y lo obligaron a dimitir en televisión estatal. De hecho, en Malí hubo dos golpes de Estado en un lapso de nueve meses.