Mientras aumenta el número de muertos, los residentes de Black River siguen buscando a sus seres queridos y luchan por sobrevivir, días después de que el huracán Melissa convirtiera a esta ciudad portuaria jamaicana en el epicentro de la devastación que azotó el Caribe.

Los residentes afirman haber vivido en un estado de caos durante los últimos tres días, desde que Melissa los golpeó como una de las tormentas de categoría 5 más poderosas jamás registradas en la región.

Los fuertes vientos y la marejada ciclónica arrasaron la zona, dejando las carreteras intransitables y un rastro de destrucción que los tiene cada vez más desesperados y aislados, sin electricidad ni agua corriente.

Barcos volcados yacen en las aceras. Hay edificios de ladrillo partidos por la mitad. Enormes láminas de metal retorcidas se pueden ver entre las ramas de los árboles, así como autos hechos pedazos.

Los residentes que hablaron con la BBC dijeron que, hasta el momento, no han visto camiones de ayuda en la zona y aseguraron que se ven obligados a comer lo que encuentran entre los escombros junto a las calles en esta ciudad, a casi 150 kilómetros al oeste de la capital, Kingston.

Otros entraron en supermercados que sufrieron destrozos, llevándose lo que pudieron. Algunos, que se subieron al techo de un mercado parcialmente destruido, arrojaron comida y botellas de agua hacia las personas que se encontraban abajo, reunidas con los brazos extendidos.