Los expertos aconsejan ser conscientes de nuestra salud, elegir alimentos que contengan azúcar de manera natural y optar por un vaso de agua en lugar de por refrescos azucarados.
Durante muchos años los edulcorantes artificiales se consideraron una medida para prevenir enfermedades, entre ellas la obesidad y la diabetes de tipo 2. Sin embargo, algunos estudios alertan sobre los efectos adversos de abusar de ellos.
Imaginémonos que estamos en una tienda y nuestras opciones son una Coca-Cola normal y una Coca-Cola Zero. ¿Cuál elegimos? La segunda opción parece más atractiva. La causa es obvia: a primera vista una Coca-Cola normal aporta unas 150 calorías, mientras que la misma cantidad en su versión sin azúcar tiene cero calorías.
Entre los edulcorantes más populares encontramos la sacarina, la stevia, el xilitol y la truvia. Todos ellos tienen un bajo nivel de carbohidratos y no influyen en los niveles de sangre y de insulina.
Según la dietista Emma Carder, los edulcorantes son parecidos al azúcar y su sabor es el mismo, pero después de consumirlos no afectan al nivel de azúcar en sangre. Gracias a ello, las personas que padecen diabetes pueden disfrutar de sus comidas favoritas.
En cambio, varias investigaciones nos advierten de las trampas que se esconden en los edulcorantes.
David Ludwig, especialista en obesidad y pérdida de peso en el Boston Children’s Hospital, afiliado a Harvard, afirma que las personas acostumbradas a los edulcorantes artificiales tienden a reemplazar las calorías con otros alimentos. La lógica es muy simple: si bebo una Cola-Cola Zero, puedo comerme una tarta. Como consecuencia, pueden surgir problemas metabólicos.
Además, los edulcorantes cambian nuestra manera de percibir el sabor. Las personas que usan edulcorantes artificiales en su dieta corren el riesgo de encontrar la comida que suelen comer menos dulce. Al final, la fruta y la verdura, por ejemplo —alimentos que contienen azúcar natural—, podrían volverse insípidas y carentes de sabor.
Nuestro organismo acaba no asociando el sabor dulce con la ingesta calórica. Así que al final empezamos a comer más dulces y, como resultado, nuestro peso aumenta. Además, dejar de consumir refrescos azucarados no es tan simple como parece: nos hacemos adictos al azúcar y no nos imaginamos la vida sin él. De hecho, en estudios llevados a cabo en ratas que estuvieron expuestas a cocaína, estas optaban por la sacarina oral frente a la droga intravenosa.
Los edulcorantes artificiales están aprobados en muchos países como sustitutivos del azúcar, pero no vale la pena confiar ciegamente en ellos. Y es que a la hora de aprobar algún edulcorante, las autoridades tienen en cuenta el peligro inmediato que pueden representar estas sustancias. Por ejemplo, su toxicidad y el riesgo de cáncer. Como consecuencia, los expertos aconsejan ser conscientes de nuestra salud, elegir alimentos que contengan azúcar de manera natural y optar por un vaso de agua en lugar de por refrescos azucarados.