Aunque los preparativos de las campañas de los candidatos para la gran noche de Filadelfia no podrían ser más diferentes, ambas partes reconocen la importancia del encuentro.
La vicepresidenta Kamala Harris lleva cinco días refugiada en un hotel de Pittsburgh, realizando sesiones de práctica de debate muy coreografiadas antes del enfrentamiento del martes por la noche. Hay un escenario, una réplica de la iluminación de la televisión y un asesor siguiendo plenamente el método de actuación de Lee Strasberg, que no solo interpreta a Donald Trump, sino que lo habita, con un traje cuadrado y una corbata larga.
Los preparativos del expresidente son más improvisados. No se llaman “preparación del debate”, sino “la hora de las políticas”, que tiene la intención de refrescarle la memoria en lo que ha dicho. Nadie interpreta a Harris; en ocasiones sus ayudantes se sientan en una larga mesa frente a él e intercambian preguntas con él, y otras veces él acerca una silla a ellos. Hasta ahora, Trump solo ha celebrado un puñado de sesiones, interrumpiendo una en su hotel de Las Vegas para que él y sus asesores pudieran subir a su suite a ver el discurso de Harris en la convención.
Aunque los preparativos de los dos bandos para la gran noche de Filadelfia no podrían ser más diferentes, ambas partes ven el debate de la misma manera, según las entrevistas con casi dos decenas de personas cercanas a los candidatos, muchos de los cuales insistieron en el anonimato para hablar de los preparativos. Los equipos de Harris y Trump lo ven como un momento crucial para definir a Harris ante millones de votantes indecisos que saben lo que piensan de Trump, pero que aún sienten curiosidad por ella.
Sacar a relucir los instintos más autodestructivos de Trump es una prioridad para Harris, al igual que mostrarse con cabeza fría y actitud presidencial.
Hillary Clinton, la última mujer que debatió con Trump, dijo en una entrevista el jueves: “Cuando le dije que era una marioneta rusa, se quedó tartamudeando en el escenario. Creo que ese es un ejemplo de cómo sacar un hecho sobre él que realmente lo desconcierta”.
En las sesiones de preparación para el debate de Trump, el representante Matt Gaetz, de Florida, ha adoptado el papel de plantearle preguntas difíciles, incluso sobre temas incómodos como sus condenas penales, según una persona con conocimiento de las reuniones. Tulsi Gabbard, la excongresista demócrata que atacó memorablemente a Harris en un debate de las primarias presidenciales de 2019, también ha estado ayudando a Trump a prepararse.
Los asesores de Trump son muy conscientes del riesgo de que pueda parecer demasiado agresivo, como lo hizo en su primer y desastroso debate con Joseph R. Biden Jr. en 2020, cuando Trump, enfermo de covid, sudaba profusamente e interrumpió incesantemente a su rival.
A los asesores de Trump les preocupa que no sea capaz de evitar mostrar su profundo desprecio por Harris o que parezca dar lecciones a una oponente femenina.
Aunque respetaba a Clinton por ser “inteligente” y trabajadora, Trump cree a todas luces que Harris no es inteligente, dicen sus asesores y aliados. En privado, utiliza un lenguaje misógino para describirla y cuenta chismes sobre sus pasadas relaciones sentimentales, entre ellas con Willie Brown, exalcalde de San Francisco.
Los aliados y asesores del expresidente le han instado a ser un “Trump feliz” en el debate, en lugar de un “Trump rudo y bravucón”, como dijo un aliado cercano, y a presentar un caso político contra Harris. Este enfoque también entraña riesgos: un aliado advirtió que si Trump trataba de permanecer en su mejor comportamiento, podría limitarse demasiado y parecer que tiene “baja energía”.
El equipo de Trump también espera que se enfrente a preguntas difíciles sobre el aborto, un tema en el que no se ha definido claramente en las últimas semanas, pareciendo inseguro sobre cómo posicionarse.
El equipo de Trump tiene un objetivo claro para el debate: obligar a Harris a asumir su asociación con el impopular Biden y a asumir la responsabilidad de las partes de su presidencia con las que los votantes están más descontentos. Trump se ha centrado en particular en el alto costo de vida; el caos en todo el mundo, especialmente en Ucrania y Medio Oriente; la seguridad pública, y la inmigración.
“No se puede ‘pasar página’ cuando se es el único responsable de la actual pesadilla económica y fronteriza que vive nuestro país”, dijo Jason Miller, asesor principal de Trump, cuando se le preguntó por la estrategia de debate de la campaña.
Los asesores de Trump esperan que pueda crear su propia versión del famoso momento de Ronald Reagan en su debate de 1980 contra el presidente Jimmy Carter, cuando Reagan preguntó a los telespectadores si se sentían mejor ahora que antes de que Carter llegara al poder.
Harris también ha insinuado cómo planea ir tras Trump.
A diferencia de Biden, ella no se ha centrado directamente en presentar al expresidente como una amenaza fundamental para la democracia estadounidense. Ha tratado de minimizarlo como un personaje viejo que repite sus mismas jugadas. Y lo ha pintado como un tipo rico a quien solo le importa ayudar a otros tipos ricos, una línea de ataque populista que resuena entre los votantes en los grupos de discusión.
Harris también ha abandonado la infructuosa estrategia de Clinton de denunciar a Trump como racista y misógino. Los asesores de la vicepresidenta creen que es una pérdida de tiempo decirles a los votantes lo terrible que es Trump, dado lo difícil que es encontrar un votante que no tenga ya una opinión fija de su carácter, sea buena o mala. En lugar de eso, Harris intenta conectar con la pequeña franja de votantes indecisos que se sienten amargados por la economía y preocupados por el futuro, y que quieren saber qué hará cada candidato para mejorar sus vidas.
Harris y quienes la asesoran entienden que el debate será una carrera para definirse a sí misma y a su marca política antes de que lo haga Trump.
Y a pesar de todo lo que se comenta en los círculos liberales sobre que Trump está bombardeando su campaña con su comportamiento indisciplinado, Harris y las personas instaladas en el hotel con ella no lo subestiman.
Un reto para Harris es que Trump, quien se enfrentó a Biden en el escenario en junio, tiene una experiencia más reciente en debates que la vicepresidenta. Ella debe tratar de sacudirse el óxido al tiempo que se anticipa a lo que será estar a unos metros de distancia de alguien a quien nunca ha conocido, pero que ha atacado sus políticas, su pasado político e incluso su identidad racial.
Harris se está preparando para los ataques a su raza y a sus relaciones políticas y personales.
Las sesiones de Harris, en el Hotel Omni William Penn de Pittsburgh, han sido dirigidas por Karen Dunn, una abogada demócrata que también ayudó a Clinton a prepararse para los debates. La copiloto de Dunn es Rohini Kosoglu, ex asesora de política interior de Harris y jefa de gabinete en el Senado.
Algunas otras personas con las que Harris se siente cómoda y en las que puede confiar para que ofrezcan comentarios duros se han unido a las sesiones, dijeron personas informadas sobre el proceso.
Entre ellos se encuentra Sean Clegg, un consultor político que fue uno de los principales estrategas de la campaña de Harris en 2020. El talento de Clegg, dicen las personas que trabajan con él, es que conoce a Harris lo suficientemente bien como para animarla a hablar de una manera que sea accesible; si oye algo que suena demasiado denso, se lo hará saber. Philippe Reines, antiguo asesor de Clinton, repite en su papel de Trump de 2016.
El equipo de Trump celebró una sesión de preparación del debate de tres horas el martes en su club privado de Bedminster, Nueva Jersey. Se prevén sesiones adicionales el domingo y el lunes.
Cuando se le preguntó a Gaetz, el congresista de Florida involucrado en los preparativos, este mantuvo el discurso del partido.
“El presidente Trump no prepara debates”, escribió el viernes. “Él reúne con regularidad a asesores para hablar de cómo va a asegurar la frontera, bajar los precios y detener el caos global causado por Kamala Harris y Joe Biden. ¡Un día como cualquiera en Mar-a-Lago!”.
De hecho, Trump ha trabajado más en la preparación de los debates de 2024 que en los de 2016 y 2020.
Ha sido informado sobre las actuaciones de Harris en debates anteriores y sus tics verbales. Recuerda bien el momento viral de la vicepresidenta en 2020 cuando debatió con el vicepresidente Mike Pence y cortó su intento de interrupción diciendo: “Yo estoy hablando”.
Refiriéndose a ese intercambio, Trump ha dicho en privado a sus asociados: “No voy a dejar que me haga lo que le hizo a Mike”. No tuvo inconveniente en dejar que sus asesores negociaran el silenciamiento de los micrófonos cuando los candidatos no estuvieran hablando. (El equipo de Harris había estado presionando para que no se silenciaran los micrófonos, con la esperanza de que Trump hablara insoportablemente por encima de ella y le diera la oportunidad de una réplica mordaz). Los dos candidatos debatirán sin público, detrás de atriles.
En privado, Trump ha jugado repetidamente con la idea de abandonar el debate, que está siendo organizado por ABC News, una de sus cadenas menos favoritas. (No se han agendado otros debates por ahora). Ha despotricado contra lo que considera una injusticia hacia él y ha propuesto debates en otras cadenas. Siente un odio especial por el presentador estrella de ABC, George Stephanopoulos, a quien le ha puesto un apodo degradante.
Trump presentó una demanda por difamación contra Stephanopoulos este año por una entrevista relacionada con uno de los casos judiciales del expresidente, y en las discusiones sobre el debate, los asesores de Trump dijeron a ABC que este no consentiría uno moderado por Stephanopoulos. Trump también se ha quejado de otra reportera de ABC News, Rachel Scott, quien le hizo preguntas punzantes en una reciente conferencia de periodistas negros, durante la cual el expresidente cuestionó la identidad racial de Harris. (Los presentadores del debate acabaron siendo David Muir y Linsey Davis, de ABC News).
En última instancia, Trump llegó a la conclusión de que los contras de saltarse el debate —especialmente el dar la apariencia de debilidad— pesaban más que su preocupación por asistir. Ha dicho a sus colaboradores que mantiene una buena relación con Muir y que se siente cómodo con su elección como uno de los presentadores del debate.