Otras localidades de la provincia argentina de Neuquén, en el oeste del país, habían sido transformadas por la explotación hidrocarburífera en el pasado: pueblos que rápidamente se convirtieron en ciudades como Plaza Huincul, Cutralcó y Rincón de los Sauces.

En Neuquén se descubrió el segundo pozo petrolero del país (en 1918), cuando este territorio ni siquiera había sido declarado oficialmente provincia, pero Añelo, a punto de cumplir 98 años en julio de 2013, se había mantenido ajeno a la historia petrolera neuquina.

El primer cambio en el pueblo se notó en las rutas de acceso, que comenzaron a ser transitadas por las clásicas camionetas blancas de las empresas petroleras y vehículos pesados hasta saturar el tráfico (el año pasado 24.956 vehículos ingresaron -por día- a Añelo, de los que 6.400 eran camiones).

Al lado de la ruta estuvo todo el tiempo Favio Javier Jiménez con su gomería «El Pampita».

«Yo llegué con mi padre en el año 1994 cuando Añelo no era Vaca Muerta, pusimos la gomería en medio de médanos, muy lejos del centro del pueblo; después el pueblo creció, nos pasó por el frente y nos pasó de largo».

El pueblo no solo creció a lo ancho: Añelo debió expandirse hacia lo alto y hoy existe una segunda ciudad arriba del casco histórico, en la meseta.

Hoy Vaca Muerta provee más de la mitad del gas y del petróleo que se produce en Argentina. Tras casi dos décadas, revirtió el desabastecimiento de combustibles en el que había caído el país. En una economía siempre necesitada de dólares, logró el año pasado un superávit de la balanza energética de unos US$6.000 millones.

Para Añelo, Vaca Muerta supuso otra clase de revolución, más íntima y menos pública, tan beneficiosa como problemática.

BBC Mundo viajó hasta esta ciudad en crecimiento para que los habitantes que llevan viviendo allí muchos años cuenten cómo ha sido la transformación.