Las elecciones presidenciales en Estados Unidos cobran una mayor relevancia en el contexto global, la geopolítica internacional actual, y Guatemala no escapa a esa incidencia. Este es el escenario.

El mundo entero está a la expectativa de lo que pueda suceder cuando se oficialicen los resultados en Estados Unidos y den un ganador oficial.

La decisión que se conozca podrá reacomodar la geopolítica internacional, y a su vez marcará las relaciones con Guatemala y en la región. Para ello se parte de un contexto macro a un micro y de los temas comunes que interesan a Washington, directrices que nacen desde el Departamento de Estado.

Coyuntura  

Para el politólogo independiente Douglas González, es evidente que desde el mundo occidental, sobre todo los países que son parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan), se sentirán más cómodos con una victoria de la candidata Kamala Harris. Y para China y Rusia, se inclinan más por Donald Trump.

Para el caso de Guatemala, es vital el trato que se le puedan brindar a los connacionales en Estados Unidos, ya que si bien las políticas de deportaciones continuarán sin importar el partido que llegue al poder, a su juicio, el discurso de odio antimigrantes y la estigmatización de los latinos, es un tema que debe preocupar.

Narcotráfico y migración

Para el analista independiente y director del Instituto de Servicios a la Nación, José Carlos Ortega Santa Cruz, Guatemala seguirá siendo de importancia por dos razones: tráfico de drogas y la migración irregular.

Entonces, esto nos hace “estar en la mira de las políticas al exterior de los EE. UU. Cualquiera de las opciones que gane la presidencia y el Congreso, seguiremos con políticas similares en ese sentido y ahora con algún tipo de interferencia o promoción en asuntos como la justicia y leyes que suponen políticas de interés de los Estados Unidos”.

A su entender, dependerá de la elección para saber si habrá mayor o menor interferencia en algunos asuntos que han sido incómodos en el país en el último tiempo, con sanciones que a veces han sido catalogada con motivación política progresista, si es elegida la candidata Kamala Harris, y más en asuntos de migración si se elige al presidente Donald Trump.

“El fantasma de Cicig y sus actores aún son recordados por muchos que pueden verse frenados, y en otros casos podrían ser alentados a seguir interfiriendo en Guatemala”, apuntó Ortega Santa Cruz.

Temor a las deportaciones

El analista en temas migratorios, Pedro Pablo Solares, aseguró que la democracia y el Estado de Derecho en Guatemala están sufriendo un momento de amenaza máxima con la existencia de poderes paralelos que buscan conservar el poder judicial y recuperar el Ejecutivo.

En esto, el rol de EE. UU., es crucial y determinante y se puede confiar que continuará con una presidencia de Harris. Esto no se puede decir de Donald Trump, a quien los grupos de poder paralelo guatemalteco han tenido acceso en el pasado, por medio de campañas a través de grupos de presión —lobbying — que puede asegurarse que iniciarían desde el momento en que fuera electo de nuevo presidente.

«La agenda antimigratoria del expresidente Trump sería un peligro manifiesto los para más de tres millones de guatemaltecos que viven en ese país sin un estatus de residencia le»

Pedro Pablo Solares, analista en temas migratorios

Por otro lado, la agenda antimigratoria del expresidente Trump sería un peligro manifiesto los para más de tres millones de guatemaltecos que viven en ese país sin un estatus de residencia legal.  La promesa insigne de Trump es llevar a cabo la operación masiva de deportaciones de la historia estadounidense. “La experiencia de las deportaciones masivas realizadas en la historia (Postville, IA -2008-, y Jackson TN -2019-), son evidencia de que los guatemaltecos son de los grupos más vulnerables cuando se realiza este tipo de operaciones”, recordó.

Remesas

Para Guillermo Díaz, coordinador del Instituto de Investigación en Ciencias Socio Humanistas de la Universidad Rafael Landívar (URL), los resultados de las elecciones afectaran a Guatemala en el tema de la migración y a su vez conllevará al tema de las remesas familiares, sobre todo si ganará el candidato Trump que ha anunciado llevar a cabo deportaciones masivas, que en términos logísticos es imposible llevar a cabo en un corto plazo.

A su juicio, no habrá una reconfiguración de las relaciones en el mediano y corto plazo, sino las relaciones se mantendrán, ya que los vínculos entre los países están dominados por el Departamento de Estado, que ya tiene una directriz y “siendo claros, Guatemala no es un punto importante, ya que hay conflictos álgidos como el conflicto entre Ucrania y Rusia, la situación de Israel y sus vecinos, que son más prioritarios, por lo que se mantendrán las relaciones como se mantienen ahora”.

Reiteró que el tema más relevante para Guatemala es relacionado a la migración y su impacto en las remesas, y los resultados en términos económicos no tendrán mayores implicaciones.

¿Habrá una reconfiguración?

A los consultados también expusieron sobre una reconfiguración entre las relaciones Estados Unidos y Guatemala, y una de las conclusiones es que el Departamento de Estado ya las tiene definidas e identificadas.

González considera que un cambio de rumbo en la Casa Blanca hacia Trump podría significar relaciones más transaccionales basadas en la política de seguridad y de control de fronteras de EE. UU. Sin embargo, no se esperaría un cambio en el rumbo de las relaciones en el corto plazo. “Estados Unidos diseña su política exterior con una visión de mediano y largo plazo”, aclaró.

Ortega Santa Cruz, es de la idea que podría haber una reconfiguración, pero no en políticas comunes como narcotráfico y migración irregular, pero si en tema como justicia, legislación, sanciones, corrupción y apoyo a políticas progresistas.

En opinión de Solares, que de ganar la vicepresidenta Harris, se podrá confiar en qué la relación bilateral continuará su curso normal. De ganar Trump, más qué si él deseara imponer agendas diferentes, pero la pregunta es sí lo lograría la capacidad para imponer su voluntad sobre los lineamientos del Departamento de Estado.